martes, 24 de mayo de 2011

LA VACA ROXA ASTURIANA

Últimamente, predominan los gestos que no acompañan miradas, miradas que no acompañan gestos, palabras a la derecha y gestos a la izquierda, palabras a la izquierda y gestos a la derecha.

Normas que se incumplen, pactos que se saltan, principios que se maquillan, se compran, se venden. Valores que desaparecen, valores que aparecen pero que no son valores.

Dolor de cabeza, de ideas, impotencia, desconcierto, tristeza…..Es el mundo al revés.

Pero un día, de esos de sol en la montaña asturiana. Cuando los montes empiezan verdes y terminan color Picos de Europa, cuando los pastos son de un color irreal y el agua de un transparente que casi se pueden leer historias, leyendas y mitología…..hasta parece ver entre los árboles a un Trasgu coqueteando con una Xana.

Un día de esos, ahí, pastando entre lo verde, estaba ella, la VACA ROXA ASTURIANA, mirándome con esos ojazos enormes negros como el carbón de nuestras minas, esas minas imprescindibles de nuestras historia. Rumiando con la tranquilidad de quien sabe que aún queda mucha hierba en el prao, espantando moscas con el rabo con la parsimonia de quien sabe, que las moscas siempre estarán ahí, haciendo la puñeta, pero también con la seguridad de quien tiene un rabo bien puesto y sabe darle el gesto adecuado.

Con la pezuñas de barro, porque a veces es necesario ensuciarse y salir del establo para buscar el verde más rico.

La vaca roxa asturiana, camina al ritmo tranquilo de quien sabe que ese peso no le permite más, se tumba cuando se cansa, duerme cuando necesita reposar el pasto y así, sin complejos, con esa barriga vegetal, tumbada al sol, va fabricando entre sueño y sueño ese producto lácteo tan típico nuestro –que aunque algunas seamos intolerantes- que buenos momentos nos ha dado, nos da y nos dará.

Y es que, mi vaca roxa, “ye muy completina”.

Y ahí estamos ella y yo, en medio de esta inmensidad asturiana, en pleno ambiente rural. Cuando se me ocurre sacar mi “tableta” para hacerla un foto, entonces ella me mira, mira a la tableta, ladea la cabeza a un lado a otro, coloca el porte en un horizontal perfecto. Y ahí en toda su plenitud me regala la mirada más noble, sincera y sabia que he contemplado hace tiempo. El gesto coherente e íntegro de una existencia transparente, a la vista de tod@s y que comparte con tod@s. De quien forma parte del ciclo de la vida.

Y entonces, mi vida, retoma calma y normalidad, porque mi vaca roxa, siempre ha estado y va a estar ahí marcando el ritmo, dando ambiente y regalándome esa presencia coherente y fuerte, que no se asusta ante las nuevas tecnologías.

Por eso yo reivindico a la vaca roxa asturiana como valor, por su mirada noble, por su porte fuerte y seguro, por su coherencia entre las expectativas y las necesidades, por su solidaridad láctea, porque no le duelen las pezuñas si tiene que recorrer caleyas de barro y pastizales de piedra, porque es capaz de masticar y mirar fijamente a los ojos, porque a las moscas cojoneras las estrapalla con el rabo y sigue rumiando al ritmo adecuado.

¡VIVA LA VACA ROXA ASTURIANA!

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