viernes, 11 de marzo de 2011

Relato de una oficina

El termostato o la negociación.

Cuando no hay actividad en una oficina, los empleados y las empleadas se pueden entretener, por ejemplo, en bajar y subir el termostato de la nevera.




Imagínate que tienes una compañera que está empeñada en congelar los tupper para que se le conserve la comida durante todo el mes –en la oficina -, lo cual deja tu chopped y tus batidos cual cubitos.



Se lo dices y como no tiene otra cosa que hacer, pues ella sube y tú bajas –el termostato, se entiende-.



Es curioso cómo ante cualquier situación imprevista, como es la que voy a pasar a describir, se puede llegar a una situación de negociación de lo más detallada y de lo más profunda.



He dividido en cuatro etapas el conflicto que se soluciona con una negociación concienzuda y difícil.



Primera etapa: aparición del conflicto.



Un buen día Carolina llega a la oficina y como todas las mañanas se va a por los yogures que había dejado en la nevera el día anterior, junto con la margarina y la mermelada, para prepararse el desayuno.



Cuál no será su sorpresa cuando, al abrir la puerta de la nevera, encuentra totalmente solidificados la margarina, la mermelada y el yogur.



Total ¡no hay desayuno!. Además el pavo loncheado está cubito, es más le cuelgan escarchas de sus finos lomecitos, ¡vamos!, para tirar.



Así que Carolina llevada por un instinto de supervivencia –¡dejar a una persona sin desayuno es muy peligroso!- decide indagar, y levanta la tapa del congelador. Allí se encuentra con tres tupper congelados de su “compañera” Cristina.



Así que cuando llega Cristina, le comenta lo que ha pasado y la dice que ha bajado el termostato de la nevera para que no se congele todo. Cristina asiente y no dice más.



Segunda etapa: mantenimiento y radicalización del conflicto.



Al día siguiente, de los hechos que se describen en párrafos anteriores, Carolina llega como todas las mañanas dispuesta a desayunar y ¡zas!, otra vez la margarina, la mermelada, el yogur y la leche solidificadas. En ese momento Cristina no está en la oficina pero ¡sus tupper congelados sí!.



Entonces Carolina decide bajar el termostato como aviso a Cristina, puesto que ya le había comentado ayer el problema de la solidificación de los alimentos, pensando –Carolina- que había sido un despiste de Cristina.





Pero no había sido ningún despiste porque cuando al día siguiente vuelve a la nevera se encuentra el termostato a tope. Y todo, nuevamente, congelado.



A este hecho hay que unir la situación de mobbing, al que se está viendo sometida Carolina, en la oficina, por parte de sus compañeras.



Con lo cual, y como ella ya había avisado a Cristina del problema del termostato, decide bajarlo.



Y así se pasan dos meses de “Cristina sube el termostato y Carolina baja el termostato”- lo extraño es que no se haya roto-





Y llegamos así a la tercera etapa o negociación, que paso a transcribir tal cual:





Cristina: Carolina ¿has bajado el termostato de la nevera?.



Carolina: Sí claro, ya te dije hace dos meses que se me congelaba la comida.



Cristina: Ya pero es que a mi se me descongela y ya la he tenido que tirar una vez.



Carolina: Ya pero a mí se me congela y ya la he tenido que tirar dos veces.



Cristina: Pues no se, tendremos que buscar un punto intermedio .



Carolina: Pues no se tú dirás.



Cristina: A ti al cuatro, ¿cómo te viene?.



Carolina: Pues no muy bien la verdad.



Cristina: ¿Y al tres y medio?, o ¿al tres?, ¿te aguantaría?. Lo que pasa que no se si a mi me vendrá bien.



Carolina: Bueno mira, lo dejamos al tres o tres y medio, desde por la mañana hasta que yo coma, luego te lo subo al cuatro. Y si algún día, tengo que sacar la comida de la nevera para que coja temperatura ambiente, lo dejas al cuatro ¿vale?.



Cristina: Vale.



Pues ya está solucionado!, ¡ya podemos comer todas!



Cuarta etapa o conclusiones.





A la salida de trabajo Cristina Le dice a Carolina: Muchas gracias Carolina, te estoy muy agradecida.



A lo que Carolina le responde a Cristina: vamos a ver Cristina, hace dos meses cuando te dije lo del termostato, ¿porque no dijiste nada?, di por hecho que aceptabas la propuesta.





Cristina: sí, pero es que pensé que me iba a aguantar a comida y luego al dos y medio se me estropeó y la tuve que tirar.



Carolina: y ¿por qué no me lo dijiste?.



Cristina: no se.



¡Vale!, y entonces nos pasamos dos meses sube y baja el termostato hasta que nos decimos a entrar en la etapa negociadora.





Esto que es una simple anécdota, pero tan verídica como increíble, nos define la facilidad que tenemos en algunas ocasiones para complicarnos la vida con minucias y el desgaste de tiempo y energía que utilizamos para solucionarlo. Ni que decir tiene el desgaste intelectual que ha supuesto todo el asunto.




Del Libro "Historias de una oficina. Una Historia real de moobing", Mª Teresa Vega Estrella, http://www.lulu.com/

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